miércoles, 31 de marzo de 2010

El juego compulsivo, una enfermedad sin sexo ni edad


El juego compulsivo, una enfermedad sin sexo ni edad
La proliferación de bingos y máquinas tragamonedas cambió el perfil del jugador
• La Asociación Jugadores Anónimos trata a unas 600 personas
• La falta de crédito hizo crecer el número de apostadores
• Lo más difícil es reconocer el problema
El juego compulsivo es una enfermedad emocional y progresiva que no se cura, pero que puede detenerse

Tenía 15 créditos impagos; robó plata a su madre; falsificó firmas; se quedó sin amigas; pesaba 47 kilos y estaba sola, con dos hijos chicos. A los 33 años había decidido suicidarse.
Un conocido le acercó el teléfono de Jugadores Anónimos (JA). Alejandra hace tres años, diez meses y cinco días que no juega. "Cuando llegué al grupo, éramos dos mujeres entre veinte hombres. Hoy somos mitad y mitad", cuenta Alejandra. Aseguran quienes estudian esta problemática que la proliferación de bingos y la instalación de máquinas tragamonedas cambió el perfil del jugador. En los últimos años aumentó el número de mujeres y de jóvenes que sufren de ludopatía, según informaron en JA.
"Los bingos están abiertos desde la mañana. Entonces es más fácil para la mujer inventar excusas para ir", dice Emilse, de 57 años, que hace dos años, ocho meses y 19 días que no va al bingo. El programa de JA es por 24 horas: cada día se renueva el compromiso de no apostar.
"Yo entraba pensando quién me iba a ir a buscar cuando me sacara el pozo acumulado y quién me iba a acompañar a pagar la hipoteca de mi casa", recuerda Emilse, que apostaba de lunes a viernes.
Acceso facilitado
Hoy hay más salones de juego y, por poco dinero, se puede apostar; esto facilita el acceso a los jóvenes. "Yo empecé a los 16 años en las máquinas tragamonedas, y desde entonces apostaba toda la plata que tenía", reconoce Damián, que jugaba para escapar de la realidad.


La ludopatía está reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). "Es una enfermedad emocional y progresiva que no se cura, pero que puede detenerse", dice Mario, un comerciante de 41 años integrante del grupo de La Plata, uno de los treinta que hay en todo el país. La primera vez que jugó en el casino fue en su viaje de egresados a Bariloche. Perdió todo el dinero de la estada.
Con la devaluación, creció el número de jugadores que creían que, haciéndolo, iban a solucionar sus problemas económicos. Además, el corte del acceso al crédito y las altas tasas de interés de las tarjetas de crédito hicieron que se llegara a los límites de manera más acelerada, según sostienen quienes los asisten.
Unas 600 personas se recuperan en JA. "Muchos no reconocen que están enfermos y hay muertes anónimas por el juego", dice Mariano, encargado de Relaciones Públicas de la asociación que ya lleva 19 años en el país. El Estado no tiene estadísticas de cuántas personas sufren esta adicción.
La línea Vida, 011-154-412-6745, funciona las 24 horas y es atendida por adictos en recuperación. "El 70 por ciento de los que se comunican son familiares y amigos", sostiene Mariano. Por medio de ese celular se reciben entre 10 y 15 llamadas diarias, que son derivadas a los grupos según la zona.
Al juego sobrevienen las mentiras para justificar las ausencias y las deudas. "Tenía un sistema sofisticado de vencimientos para sostener los engaños", comenta Alejandra que, si tenía dinero, iba a jugar todos los días
"Lo más grave que hice fue dejar a mi hijo con varicela, con 40 grados de fiebre, al cuidado de otro para irme al bingo. Era mi cumpleaños y yo tenía que festejar", recuerda.
En JA se encuentran con personas que sufren lo mismo y se cuentan sus experiencias. Alejandra pagó sus deudas, se volvió a casar y, a pesar de vivir frente a un bingo, hoy no entra.
María Helena Ripetta
La familia
• Paralelamente a Jugadores Anónimos (JA), funciona un grupo de autoayuda para familiares y amigos de jugadores. "Uno, como familiar, se transforma en coadicto del enfermo", comenta Laura, esposa de un jugador en recuperación. Donde hay un grupo de jugadores, hay uno de familiares, pero se reúnen por separado. También tienen una línea telefónica que funciona las 24 horas: la 011-15-4085-8996.






Fuente: edicion La Nacion